10 de agosto de 2014

Triquis, el rostro de la marginación

Indígenas en Sonora enfrentan analfabetismo, pobreza extrema y drogadición.


Hermosillo, Son.- Víctima de la explotación laboral por su resistencia en duras jornadas en el campo, la comunidad indígena triqui, colonizada en la costa de Hermosillo, sobrevive a serios rezagos en salud, educación y vivienda. En la comunidad, priva la promiscuidad, el analfabetismo, la drogadicción y la violencia intrafamiliar, entre otros.

En la búsqueda de mejores condiciones de vida -expulsados por la violencia entre grupos de sus comunidades- algunos migraron en 1982 a Sonora, de los altos y los bajos de Oaxaca y se asentaron en el poblado Miguel Alemán, municipio de Hermosillo.

Si bien, existe una migración masiva de triquis en diciembre cuando inician las cosechas, la mayoría se desplaza a otros estados en julio, cuando terminan; ahí se quedan alrededor de 5 mil habitantes -35% son niños- que forman parte de una comunidad que busca preservar sus usos y costumbres, de los cuales algunos contravienen los códigos penales vigentes.

Entre los triquis es común que se pague por las mujeres -niñas de 12 años- una dote para el matrimonio, aunque la mayoría vive en unión libre y los hombres tiene derecho de tener todas las mujeres por las que puedan "pagar".

La mayoría no habla español, hay un plantel preescolar y dos primarias indígenas; en éstas sólo tienen dos maestros que dominan su lengua, por lo que se hace difícil el aprendizaje para los niños.

Unos concluyen la primaria, muy pocos terminan la secundaria y la mayoría, desde los 10 años de edad, se convierte en jornalero.

Caminan descalzos, enfrentan problemas de higiene, alcoholismo y adicción a solventes.

Los triquis migran de campo en campo en busca de un trabajo y según el cultivo, les pagan desde 1.20 pesos la cubeta de productos hasta 3.50 pesos.

En los cultivos de vid, en jornadas extenuantes con temperaturas de hasta 48 grados centígrados, tienen que colectar 100 cubetas de 20 litros, para llevar 120 pesos a sus casas. En algunos campos les pagan jornales de 150 pesos.

Viven hacinados en cuartos de tres por cinco metros que les construyó en el año 2000 el Instituto Nacional Indigenista (INI), hoy Comisión de Desarrollo de Pueblos Indígenas (CDI).
Conviven alrededor de 10 personas: el jefe de familia con sus esposas, por lo regular más de siete hijos y, en muchos casos, albergan familiares que llegan de Oaxaca en forma temporal para trabajar en los campos agrícolas.

En un intento por garantizar los derechos humanos de los indígenas, el 9 de agosto fue institucionalizado como Día Internacional de los Pueblos Indígenas por la Asamblea General de la ONU.

En nuestro país habitan un total de 68 pueblos originarios, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

Proyecto para dignificar su vida

Investigadores franceses y estadounidenses, mediante la Red América Latina, Europa y el Caribe (ALEC), trabajan en el desarrollo de un proyecto para construir políticas públicas que dignifiquen las condiciones de vida de comunidad triqui asentada en el poblado Miguel Alemán, de la costa de Hermosillo.

Abel Leyva Castellanos, sociólogo y doctor en Educación, es quien dirige el proyecto. Dominique Gay-Sylvestre, doctora socióloga que investiga el tema de la prostitución en la comunidad, y Leyva Castellanos, director de la Red ALEC en México, presentarán el proyecto en Limoges, Francia, los días 26, 27 y 28 de octubre.

Leyva Castellanos comentó que se trata de un proyecto integral donde se abarcan los temas de salud, educación, vivienda y empleo digno, con la participación de investigadores, universidades y los tres niveles de gobierno.

Destacó la importancia de que el municipio de Hermosillo participe con más presupuesto para atender la problemática social de este asentamiento humano, donde privan toda clase de carencias.

La organización Las Huellas del Migrante hizo un censo en 2008, donde se registraron 2 mil 800 personas de la etnia, pero con base a estimaciones de acuerdo al flujo migratorio por la falta de oportunidades en Oaxaca, pudiera alcanzar más de 5 mil pobladores, dijo.

Sonora es un buen lugar para ellos, ya que pueden percibir más ingresos y son contratados en los campos agrícolas por su fuerza laboral, son resistentes al calor y a las jornadas extenuantes, comentó Leyva Castellanos, también catedrático en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS).

Ante la falta de oportunidades para continuar estudiando, los menores tienen como destino el campo, mientras que, los pocos que buscan sobresalir no encuentran empleo, debido a que son discriminados.

Profesionistas sin oportunidades

Surgidos de la comunidad, hay tres maestros bilingües que han solicitado la oportunidad a la Secretaría de Educación y Cultura (SEC) de Sonora, para incorporarse como docentes, sin respuesta.

Berlín Velázquez Solano y Fernando Hernández Pérez, licenciados en Educación, con Enfoque en Ciencias Sociales, expresaron su decepción, porque estudiaron con sacrificios para ser un respaldo en su comunidad y no han tenido respuesta por parte del gobierno del estado ni de las secciones magisteriales del SNTE.

Berlín se va a los campos agrícolas para aportar en el gasto familiar; Fernando se ha tenido que emplear como albañil.

El 60% de los estudiantes de las primarias indígenas de esta comunidad son triquis, niños invisibles para el gobierno, sin identidad étnica cultura. La marginación persiste a pesar de que la mayoría son nacidos en Sonora.

Rosalía Pablo García, de 20 años de edad, ha cursado dos semestres de la carrera de Agronomía en la Universidad de Sonora. Desde niña le ha gustado el campo, ha trabajado en las pizcas de varios cultivos, pero ahora tiene el apoyo de su familia que le reúne dinero para poder sostenerla en Hermosillo.

"Me ayudan mis padres, hermanos, primos y tíos; es mucho dinero, en el año que cursé gasté 38 mil pesos, fui anotando todos mis gastos, sin incluir alimentos y vivienda, porque unos familiares me dieron techo", comentó.

No tiene beca, a pesar de que es la única estudiante triqui, y del Crédito Educativo estatal no quiere ni saber, porque lo tiene en mal concepto por el cobro de sus altos intereses, "prefiero batallar", expresó.

Por lo pronto, su familia se está preparando para que regrese a clases en el arranque del próximo semestre a finales de agosto.

Alfonso López Pablo, jefe de familia, padre de seis hijos, comentó que la vida es muy dura para los triquis, por eso a los niños se les da educación primaria y de ahí se les lleva a trabajar a los campos, incluyendo a las mujeres de la casa.

Prevalece su cultura

Siriaco Solano Melo, integrante del Consejo de Ancianos de la Comunidad Triqui, trabaja en reforzar la base cultural de la etnia.

Comentó que el Poblado Miguel Alemán tiene alrededor de 40 mil habitantes, de ellos 40% es población flotante, cuenta con dos centros de salud, donde atienden sólo 11 doctores y de éstos, dos tienen especialidad en epidemiología y odontología; sólo uno habla la lengua triqui, pero tiene que atender el grueso de la demanda de servicios de salud que requiere la población de la zona.

Motivados por el deporte
Impulsados por la admiración que sienten por el equipo de niños triquis de la Academia de Basquetbol Indígena de México (ABIM), de Oaxaca, en esta comunidad se ha formado un grupo de menores que práctica ese deporte, con la intención de participar y destacar de la misma forma.

La organización Las Huellas del Migrante ha solicitado apoyo de organismos no gubernamentales (ONG), asociaciones civiles, artistas filántropos, empresarios, instituciones educativas y población en general para que les provean de balones de basquetbol, de futbol y voleibol, así como redes, calzado y uniformes.

Pablo Cruz Guzmán, padre de uno de los menores que conforman este equipo, expresó el orgullo por el interés de su hijo por incorporarse a las actividades deportivas.

"Hasta ahora nos estamos esforzando para apoyarlo en el interés de jugar basquetbol, quisiéramos que destaquen como lo hacen nuestros niños de Oaxaca, por eso estamos pidiendo que nos ayuden a impulsarlos, porque de esta manera no pensaran en la vagancia y la drogadicción", explicó.

Reciben ayuda alimenticia

Con gran esfuerzo, la misionera Amelia N. Kame, de 70 años de edad, alimenta alrededor de 80 niños y adultos, entre ellos triquis que no tienen el sustento diario.

"Aquí vienen señoras triquis hasta con cinco hijos, traen hambre y se van contentas", comentó.

El comedor abre a las 12:30 horas y cierra a las 14:00 horas, o hasta que se termina el alimento preparado, pero las actividades para Amelia empiezan desde las 6:00 horas, cuando pone a cocer el frijol.

No hay dinero que alcance, menos cuando de servir se trata, aseguró la predicadora que opera -desde el año 2006- con recursos propios la Misión Jesucristo Milagroso, centro cristiano de su propiedad.

La misionera predica la palabra de Dios en un pequeño auditorio dentro de ese lugar, que también se convierte en un salón de clases de inglés.

Cobra los alimentos con una cuota simbólica de dos pesos a los niños y cinco pesos a los adultos, pero cuando no tienen para pagar, la comida es gratis.

Tiene alrededor de 15 voluntarias que le ayudan a mantener el lugar, a cocinar y a limpiar cuando se termina el servicio.

Sin embargo, no cuenta con el apoyo de instituciones de gobierno responsables de la asistencia social ni del sector empresarial, aunque sí le ayudaría para extender la caridad a más personas, comentó.