Por: René Flores
Enigmáticos, sabios, orgullosos, guerreros, así se pueden definir los triquis de Copala, una comunidad del occidente del Estado de Oaxaca, quienes conocen de cerca el olor y el dolor de la muerte, ya que debido a conflictos políticos entre los mismos hermanos triquis de Copala, los difuntos se cuentan por decenas, sus muertos caminan entre ellos y no los abandonan, por esa razón ellos tampoco los deben de olvidar.
En la zona triqui en este día no hay ningún ruido, mucho menos pleitos o cualquier tipo de ruido, ya que son días de guardar y dedicarlo a la llegada de sus familiares que ya murieron, a quienes con respeto se les dedica la poca comida o mucha que pueda existir en el pueblo.
Para los triquis, el día de muertos es una fiesta muy importante para recordar a los seres queridos que se han adelantado al otro mundo. Los triquis recuerdan a sus difuntos con la ofrenda tradicional, comidas, bebidas, frutas y todo aquello que al difundo le gustaba en vida. En esta festividad, se reúnen en la casa del jefe de familia o linaje y todos comparten comida, bebidas; tocan música tradicional e incluso bailan para festejar que el alma o espíritu de sus parientes se alegren y se retiren gustosos de volver al siguiente año. Así festejan los triquis a sus muertos, a quienes no se les teme sino por el contrario, se les recuerda con gran respeto.
El temor a la muerte
Los indígenas triquis le tienen miedo a la muerte y es ese temor el que lleva a toda la comunidad a celebrar el “Día de Muertos”, en sus creencias está que si no ofrendan o celebran los días 31 de octubre, 1, 2, 3 y 9 de noviembre pueden morir. Historias hay muchas pero todas ellas confluyen en una sola línea y alientan a los pobladores de las 32 comunidades triquis a festejar a sus fieles difuntos, el triqui Severiano Flores recuerda una historia que le quedó grabada desde su niñez:
“Se cuenta que un día un paisano no quería poner altar el día primero, aunque muy dentro de él creyó que debía hacerlo, por lo tanto lo hizo de mala gana y de forma burlona, en lugar de poner 18 platos, puso nueve, no puso los totopos y además los platos estaban vacíos, sin nada de comida, ni las hojas que adornan el altar, no estuvo pendiente de la llegada de los difuntos e incluso se fue a esconder en el camino. Tiempo después resultó que los muertos iban caminando, unos bailando, otros llenos, otros cantando, porque estaban tomados. Sin embargo, dentro de la multitud iba su amigo muerto, él caminaba cabizbajo y triste sin nada en la mano, con hambre y con frío… a los nueve días el paisano murió”.
Esta leyenda, al igual que otras más son las que hacen u obligan a los triquis a poner su altar, endeudarse aunque no tengan dinero, comprar carne, totopos y todo lo necesario para poner la mesa, donde venerarán a sus difuntos.
La fiesta del “Día de Muertos” en la lengua triqui de Copala se dice “Wii Xnáncaa” que se celebra durante los días 31 de octubre y 1, 2, 3 y 9 de noviembre de todos los años. Esta fiesta se realiza en honor a los triquis fallecidos que se cree regresan en estas fechas a convivir con sus familiares vivos.
El día 31 está dedicado a los niños muertos (nima ne’ej), ellos llegan al medio día del 31 y se regresan al más allá el mismo día. Mientras ellos, los niños muertos se van, vienen llegando los adultos muertos (nima chíj) para regresar al mundo del más allá el medio día del 1 de noviembre y regresan al más allá al medio día del día 3 de noviembre y regresan el día 9 para recoger su altar, comida, totopos, bebidas, cigarros, frutas y todo aquello que se puso en la ofrenda.
Para la celebración de esta fiesta, las familias se reúnen y alzan un altar en el centro de la casa. Para el altar se hace un arreglo de flores de cempasúchil, luego se colocan frutas, bebidas, comida, cigarros, agua y otros alimentos que las familias preparan. Asimismo, la comida que se coloca al altar es distinta para cada día, por ejemplo, la del 31, que es cuando llegan los muertos que murieron de niños, se coloca el tradicional atole de frijol (nakunj rnee) y otras comidas que sean para niños. En cambio, para el día 1, la comida consiste en tamales, pozole, caldo de res y otras comidas que gustaban a los difuntos que vienen para este día, asimismo, se coloca bebidas alcohólicas y cigarros, en este mismo día las familias acuden a los panteones para llevar flores, alimentos, bebidas y a limpiar y arreglar la tumba en donde descansan sus familiares muertos, asimismo conviven con los familiares, amigos y conocidos en el camposanto. Al mediodía del día 3 de noviembre se consume los alimentos y bebidas que se colocó en el altar y para el día 9 de noviembre los difuntos regresan para llevar su altar y todo aquello que se puso en la ofrenda, en este último día se quita el altar y los familiares despiden a sus difuntos con un rico pozole y tamales de res. Con esto se termina la fiesta de los muertos o de todos santos.
Fe y devoción en San Juan Copala
En el pueblo autónomo de San Juan Copala, Región Triqui de Oaxaca, desde hace unos días ya iniciaron los preparativos para recibir a sus fieles difuntos desde el 31 de octubre, 1, 2, 3 y 9 de noviembre; en el altar se colocan 9 platos con igual número totopos, nueve veladoras, aroma de copal, figuras de caballos y burros para que los difuntos regresen al término de su día.
Los preparativos inician con la acarreada de leña que los hombres llevan desde el campo para poder cocer los alimentos, mientras tanto las mujeres se encargan del preparado de los alimentos que habrán de colocar en el altar.
El altar es dedicado a los niños que llegan el 31 de octubre, donde se colocan 9 platos con tortillas pequeñas, igual número de veladoras, aroma de copal, flores silvestres de color amarilla que recolectan del campo y frutas regionales como el zapote, naranja, lima, limón, mísperos, mamey y se adorna con arcos de cañuelas y palmillas silvestres.
Marcelino Cruz Martínez, oriundo de la comunidad de San Juan Copala, comentó que en este municipio como en las 32 comunidades que le pertenecen, la costumbre y tradición de celebración de día de muertos es la misma. “En los altares no se pone ninguna imagen católica y mucho menos agua bendita y solo se anuncia la llegada de los fieles difuntos con el repique de campana y cuetes, los que repican y truenan en mayor porción con la llegada de los muertos grandes el 1 de noviembre, a ellos se les recibe con un altar con la altura del doble de una mesa, con arco de cañuelas adornado de palmillas, flores de cempasúchil, flores de color púrpura del campo, frutas regionales y caldo de res”, indicó.
Explicó que dos días antes del 1 de noviembre los pobladores matan reses, los que son repartidos por pieza y son vendido o comprado al fiado a los pobladores para preparar un rico caldo de res que es colocado en los altares, el que se acompaña de otras comidas como atole de frijoles o de ejotes, frijol molido y 27 platos con 9 totopos cada uno e igual número de veladoras. Asimismo, abundó que la gente sigue colocando en sus altares del 1 de noviembre figuras de caballos y burros que realizan con zacate, ya que se piensa que al término de esta celebración del día de muertos, los que llegaron a degustar de la comida regresan cargados.
Aseveró que la muerte está presente en todos lados, pero en los hombres triquis hay algo más que respeto, hay miedo, “son pocos los que pueden ver con la lupa el gran temor que los triquis tienen, el hombre tiene su punto débil”. Los triquis al estar realizando sus altares lo hacen con la fe de esperar a sus familiares, así también dirigen unas palabras en el idioma triqui donde dan la bienvenida; para el 1 de noviembre se dirigen al panteón donde llevan flores y la comida del altar para compartir en este lugar y acompañarse de la música triqui que se toca con violín y tambor”, subrayó.