Por: Rosalía Cárdenas
El tejer de las mujeres se hace cada vez más constante, las abuelas, las hijas, las nietas tejen con sus hilos, con sus manos, con la palabra tejen la resistencia, abriendo caminos con la rabia digna; camino andado tantas veces por ellas mismas, caminos que ahora se confunden con el rojo de sus huipiles por tanta sangre derramada, los huipiles son bordados y trabajados por manos de mujeres triquis, mujeres que junto con su pueblo han sido reprimidas, vejadas, hasta llegar al olvido de la mayoría que vivimos en las estresadas, enajenantes y frías ciudades, engañados y engañadas pensando que somos dueños y dueñas de nuestras vidas, recibiendo lo que no necesitamos, sobreviviendo con lo que no queremos y olvidando nuestras necesidades.
Olvido, el mejor amigo de los que lo propagandizan: el miedo, de los que reprimen y llenan de sangre los caminos dignos de San Juan Copala, los que avergüenzan a la tierra con cada acto de despojo, con violaciones, con asesinatos, ellas y ellos los que odian que el pueblo Triqui una vez más se ponga frente a ellos para exigir justicia, para luchar por lo que les corresponde. Ellas las del huipil rojo, las de las trenzas, las del chamaco en el pecho, ellas las tejedoras, ellas, las mujeres Triquis se ponen de pie para exigir alimento para hijos, esposos, madres, para los suyos, alimento necesidad básica para sobrevivir y justicia para vivir.
La necesaria búsqueda del sustento convierte a los matorrales en el mejor amigo para las mujeres Triquis, cuando el viento y el sol las descubren la búsqueda suele convertirse en una actividad peligrosa sujeta a violación y muerte, como el muy presente 7 de septiembre de 2010 cuando Natalia Cruz Bautista y Francisca de Jesús García mujeres Triquis que intentaban ir por alimento para sus hijos e hijas, fueron interceptadas de manera agresiva por paramilitares y una de ellas violada y la otra herida de bala en el hombro, “se meten con nosotras porque saben que ya no tenemos miedo” nos dicen a un grupo de mujeres que fuimos en busca de unas entrevistas y regresamos con inmenso aprendizaje.
Un grupo de mujeres con vestidos rojos resiste no sólo en las calles, en sus caminos, en su comunidad, sino también en el zócalo de la ciudad de Oaxaca, ellas unas cuantas pero con la fuerza suficiente para organizarse y protegerse entre ellas, con la fortaleza y convicción que un desalojo ya es poco para tanta balacera en San Juan Copala, balacera a la que los niños han estado acostumbrados desde hace meses, balacera que ha asesinado a compañeros, compañeras, esposas, esposos, hijas, hijos, resistencia que ha costado vidas, pero que ahora las mujeres triquis con todo su dolor, con toda su rabia luchan de manera pacífica, contundente y con fortaleza para romper el cerco mediático y paramilitar que obstruye el acceso de alimentos, de salud y educación a San Juan Copala, las mujeres Triquis conocidas por sus huipiles rojos y condenadas por generaciones a las vejaciones hoy están exigiendo su derecho a la libre autodeterminación de los pueblos.
En el Zócalo de Oaxaca las mujeres pasan y pasan visten de diferentes formas, algunas con lentes negros para cubrir los ojos del sol, unas desconcertadas observan a las mujeres Triquis en su andar, otras asombradas miran a los niños que juegan en las cercanías del campamento de las mujeres Triquis, otras solo pasan sin observar, sin poner atención a las demandas, sin mirarlas a ellas siquiera, distraídas y engañadas por la cosmética que atenta contra su ser, por la moda que despoja los huipiles, otras indignadas convierten la lucha de las Triquis en las suyas, algunas con miedo de estar algún día en el lugar de ellas sólo saludan y sujetan a sus hijos de la mano.
“Luchamos porque somos mujeres” dice una de ellas, mujeres que ya no están de acuerdo a seguir sometidas, mujeres que ahora son las proveedoras del alimento arriesgando así su propia vida.
Mujeres y hombres Triquis que a través de los años su lucha ha sido criminalizada, por los criminales que despojan, violan y asesinan a los indios e indias de sus tierras.
Mujeres que hoy se levantan y salen de su comunidad no para huir, sino para dar a conocer su palabra y su resistencia, como pueblos indios, como pueblo Triqui, como madres, hijas, como mujeres.
Porque en donde sea que sus pies las anden ellas seguirán siendo Triquis, porque el rojo de sus huipiles es una inspiración y una constante resistencia.